Dos velas para el diablo

"cuando los ángeles te dan la espalda, ¿en quién puedes confiar?"

Realidades paralelas

En la playa de Byron Bay

Me llamo Anne. Tengo dieciséis años y vivo en Byron Bay, un pueblo de New South Wales, Australia. Poseo una casa al lado de la costa, junto a la playa y el puerto. Ahora es únicamente mía, porque mi padre ha fallecido. Él tenía mucho dinero, y ahora me pertenece sólo a mí. Engaño a la policía porque estoy viviendo sola y en teoría no puedo. No quiero que nadie me cuide, puedo hacerlo yo sola. Creen que George Prensey, el cura del pueblo, me cuida. Pero en realidad le pago para que diga que vive conmigo y así puedo vivir tranquila.
Aún no os he dicho qué voy a hacer en la vida. Hasta hace poco no lo sabía; ahora ya lo sé. Voy a descubrir quién mató a mi padre y por qué. Tengo una sospecha: mi padre era un negociante muy importante, era un pez gordo. Estoy segura de que los mafiosos que vinieron el mes pasado a decirle a mi padre que detuviera un negocio fueron los responsables del crimen. Así que ya tengo este propósito, pero además de descubrir quién y por qué lo mató, me vengaré.
Estoy en la playa de delante de casa, una playa de arenas blancas y aguas cristalinas. A veces disfruto entrando despacio en el agua y quedándome de pie, mirando el horizonte, donde se tocan el mar y el cielo. No puedo nadar demasiado porque pasados veinte metros merodean por allí algunos tiburones.
Salgo del agua y me siento en la toalla. Empieza a hacer un poco de viento y se alzan unas cuantas olas. Oigo un coche que se para en mi calle y me doy la vuelta. Veo el mismo coche que llevaban los mafiosos el mes pasado, y empiezo a tener miedo. Pero escondo este sentimiento con valor, aprovechando la oportunidad que he estado esperando. Me levanto rápidamente y me dirijo corriendo hacia ese coche. Pero antes de alcanzarlo, baja del coche un chico de pelo castaño con bañador y sin camiseta, con una tabla de surf en las manos. Me detengo, extrañada. Me pregunto si me he confundido de coche. Pero antes de que el coche se largue veo al jefe de los mafiosos en el asiento del conductor.
-¡Mierda! -grito, viendo como el coche se aleja. Ya es demasiado tarde para hacer algo. El chico se acerca a mí y me pregunta qué me pasa.
-¿Que qué me pasa? ¿Quién eres? ¿Y por qué has bajado del coche de Nebyross?
-Eh, tranquila. -me dice, dejando la tabla de surf en el suelo. -Me llamo Jason, y he venido a hacer surf. ¿Conoces a mi padre? ¿Cómo sabes su nombre?
-¡¿Tu padre?! -grito, incrédula. -¡¿Nebyross es tu padre?!
-Sí, ¿te ha hecho algo malo? Ya sé que trabaja en malos asuntos, pero no hace daño a gente inocente...
-Creo que tu padre y sus amigos... mataron a mi padre. -le digo, reteniendo las lágrimas que empiezan a aparecer en mis ojos.
-No puedes acusar a alguien sin saber nada. -me dice, con un tono frío. Entonces se da cuenta de que estoy a punto de llorar. -Venga, un poco de calma. Vamos a sentarnos.
Jason coge su tabla de surf y la deja junto a mi toalla. Él se sienta en la tabla y yo en la toalla.
-¿Cómo te llamas? -me pregunta.
-Anne.
-Anne, siento mucho lo de tu padre. No creo que haya sido mi padre el culpable, pero... He venido unos días a Byron Bay para surfear. Si quieres, te ayudaré a descubrir quién es realmente el culpable mientras esté aquí.
Le miro, y sus ojos me dicen que habla con franqueza. Cierro los ojos un momento, y me aclaro la garganta.
-De acuerdo. No tengo miedo, solo quiero descubrir quién fue y por qué. Y también quiero vengarme. Te agradezco tu ayuda, Jason.
Él me sonríe, y se levanta.
-Bueno, ahora dame quince minutos para utilizar esta tabla, que si no se aburre. Luego empezaremos con la investigación, ¿de acuerdo?
-Vale -le digo, con una sonrisa.
He estado un tiempo sola, sin tener a nadie en quien confiar. Que aparezca Jason ofreciéndome su ayuda me ha animado un poco. Le observo entrar en el agua con su tabla de surf naranja. Se pone boca abajo encima de la tabla y empieza a nadar mar adentro con sus brazos. Me preocupan los tiburones, pero no creo que le ataquen. Se mueve demasiado rápido, es demasiado imperceptible. Levanta su cuerpo y se pone de pie en la tabla. Se acerca una gran ola, y se mete dentro. Es maravilloso verle salir de ese túnel de agua sin problemas.
Estoy un rato mirándole, y al cabo de veinte minutos vuelve a la orilla. Me sorprendo porque me doy cuenta de que cada vez que se acerca más, mi corazón late más y más rápido.

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